Príncipe Pío está más cerca de lo que parece y cuando una se pone llega en menos de una hora, aunque sea una hora tarde porque había prometido llegar a las diez. Álida espera con la cena hecha y el vino abierto y después de unas copas decidimos que dos es un número suficiente para salir de fiesta y, como era de esperar, el taxi nos deja en el lugar de siempre. Una amiga, un bar y tres copas son suficiente para pasarlo bien y a eso de las cinco decidimos volver para casa. Una noche divertida, pero no lo es tanto la mañana siguiente. La mezcla vino-cerveza-ron pasa factura. Por eso llego media hora tarde a casa de mi padre y sin los regalos que les debo desde el día de Reyes, pero no importa, el hecho de que vaya a verle ya es suficiente.
A la comida en Conde de Casal le sigue un breve paso por casa y una cena en Sainz de Baranda, que está mucho más cerca que Príncipe Pío y más en coche. Decido que es lo mejor porque al fin y al cabo, después de la noche anterior no me quedan ganas de beber y estoy harta de que los taxistas madrileños se enriquezcan a mi costa. Y salimos casi corriendo después de la cena porque Álida se ha puesto en modo hiperactivo y echa a caminar sin rumbo fijo. Decidimos que lo mejor es ir al centro a tomar algo y después de un largo paseo -primero en coche y luego andando- entramos en un café. Estamos mayores y eso se nota, ya no somos los de antes. A las dos y poco Lorenzo dice “Nos vamos a ir, ¿verdad?” y por la cara de Álida deducimos que ella apoya la iniciativa, así que hago de taxista por todo Madrid y luego recojo a Bret, que está en el bar de siempre y le llevo también a su casa.
Y llegamos a hoy, domingo, día de descanso cuando una lleva este ritmo de fin de semana, pero tocaba cumpleaños familiar y conversaciones con mi primo, singstar, tarta…
Mañana es lunes y no tengo ganas. Jo. Quiero volver al vieres. Ha sido muy divertido.
Sunday, 25 February 2007
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